EL CASO DE CLAUDIA VIVACETA - Obediencia de la mujer
LA OBEDIENCIA DE LA MUJER
(En el caso de Claudia Vivaceta – Q.E.P.D.)
En la portada de La Región del Domingo 27 el titular destaca: “EVANGELICOS SABIAN DE LAS AMENAZAS”, en directa referencia a que un pastor evangélico estaba al tanto de los malos tratos que Sergio Donoso daba a su cónyuge Claudia Vivaceta Alfaro, situación que terminó trágicamente la semana pasada cuando el imputado asestó 25 puñaladas a la que juró amar y respetar.
En el subtítulo se señala que a ella (la esposa) la “religión” la había formado para obedecer a su hombre, aún cuando éste la golpeaba y explotaba, de acuerdo a lo manifestado por don Claudio Vivaceta, padre de la victima.
En una lectura rápida y ligera (como suele suceder) podría fácilmente entenderse que los culpables han sido la víctima por haber “obedecido”; el pastor por haber “enseñado”; y la Iglesia Evangélica por haber “influenciado”. Visto de ese modo, quisiera entonces agregar en forma antojadiza a otros “culpables”: Al mismo Sr. Vivaceta (padre de Claudia); a la Sra. Norma Cortés (tía del imputado); y a la Abogado del Centro Liwen (dependiente del Sernam); todos ellos por SABER DE LAS AMENAZAS. En esto no he considerado a S.E. Sergio Troncoso, Juez del 2º Juzgado de Letras de Coquimbo, quien SABÍA, pero había decretado prohibición a Sergio Donoso de acercarse a la víctima.
Por otra parte, no conozco ninguna Creencia, Dogma o Religión que “enseñe” a la mujer a no ser obediente, como si estar sujeta al marido no fuera un mandato divino. Pedro, Apóstol de Jesucristo, -considerado por algunos el Primer Papa- en su Primera Epístola a los creyentes que formaban la “diáspora” y que vivían expatriados en los territorios de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia; les alienta a mantener, aún en medio de quebrantos y persecuciones, una conducta limpia y digna de quienes profesan la fe en Jesucristo, y a actuar de tal forma que en todo tiempo sean ejemplo, incluso en situaciones en que su buena conducta podría resultar incomprensible a la vista del mundo y reportarles menosprecio y hostilidad; por lo cual podemos leer en ella, la forma en que exhorta a las mujeres:
3:1-2 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa.
3:3-4 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.
El Apóstol Pablo, a la Iglesia en Éfeso, les dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor....”
Siendo la Palabra de Dios Ley para los hombres; su enseñanza no es privativa de ninguno de los cultos que creen en Él; por tanto, el Pastor Evangélico no se ha equivocado en la enseñanza de la obediencia, pues lo mismo debe hacer o puede haber hecho el Sacerdote de la Parroquia del sector.
Además, supongo, Sergio Donoso habrá sido instruido respecto del trato hacia su esposa. Pedro también exhorta a los varones diciendo...”Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil...” y Pablo les dice:
5:25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella.
5:28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
En fin, esto podría ser una larga exégesis e invitarnos a reflexionar profundamente en un tema que sin duda es de absoluta actualidad, toda vez que el viernes 25, recién pasado, se ha conmemorado el 6º aniversario del Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer y según el Sernam “siete de cada diez chilenas ha sufrido violencia física de parte de sus parejas”, donde nuestra IV región ocupa un “indeseable” primer lugar; además que a nivel país, durante el año 2004 hubo 70 casos con causa de muerte y en el 2005 la cifra bordea los cincuenta.
Entonces el problema no es quienes estaban o no en conocimiento; quiero entender el dolor que debe sentir el Sr. Vivaceta, pero culpar al Pastor Evangélico por enseñar a Claudia a ser una mujer de bien, no me parece justo, ni menos que su propia hija sanguínea, por haber sido una buena y obediente hija de Dios, tenga la culpa de su propia muerte por haber respetado y estado sujeta a quien amó.
El verdadero culpable acá es quien artera y alevosamente quitó la vida y quebrantó la Ley de Dios y ahora fríamente reconoce que está feliz, culpa a la suegra, dice haber cometido un error, que fue una pelea, y que espera lo perdonen; seguramente el Defensor Público alegará “demencia temporal”, “arrepentimiento” o algo parecido; pero ante Dios estará la imagen de una mujer indefensa y de aquel que sin piedad levantó 25 veces la mano asesina.
En mi opinión personal: “Todos los que tuvieron conocimiento” debieron recomendar el divorcio de esta pareja, -situación a la cual también se refirió Jesús-, ya que el matrimonio constituye una relación personal caracterizada por el amor y cuando esta relación se ve mortalmente dañada, el matrimonio deja de tener sentido. Las malas relaciones no se mejoran por la vía de amarrar las contrapartes con una cadena perpetua. Donde ya no hay contenido, el receptáculo por más valioso que sea deja de tener sentido. El cadáver de un muerto no revive por el simple hecho de que permanezca insepulto.
Por último, quisiera terminar mencionando las palabras de Pedro 3:9-10 No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados a heredar bendición, porque: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal y sus labios no hablen engaño”
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